Renta básica universal: ¿una alternativa viable en la era de la automatización del trabajo?
El futuro de las cotizaciones a Seguridad Social y del Estado del Bienestar están en cuestión en una sociedad cada vez más digitalizada
La idea de una industria cada vez más automatizada y robotizada debido al avance de las nuevas tecnologías está planteando interrogantes sobre el futuro de la Seguridad Social y el Estado del Bienestar de que los ciudadanos españoles gozamos. A medida que la tecnología avanza a pasos agigantados, con robots y sistemas inteligentes que desempeñan tareas que antes requerían mano de obra, surge una pregunta crucial: ¿Cómo garantizar el sustento de las personas en una sociedad donde los trabajos tradicionales están siendo reemplazados por máquinas? Este desafío va más allá de la tecnología, la política, ya que implica repensar la sostenibilidad del Estado del Bienestar tal y como lo conocemos hoy.
Uno de los aspectos más discutidos en este contexto es la viabilidad de una renta básica universal (RBU). La idea es simple: proporcionar a todos los ciudadanos un ingreso mensual fijo, independientemente de su situación laboral. A primera vista, una renta básica podría parecer la solución perfecta ante la creciente automatización. Si las máquinas están reemplazando trabajos y generando beneficios económicos, ¿por qué no repartir esos beneficios entre todos, garantizando que nadie se quede atrás?
Si las máquinas están reemplazando trabajos y generando beneficios económicos, ¿por qué no repartir esos beneficios entre todos, garantizando que nadie se quede atrás?
Sin embargo, la implementación de una renta básica no está exenta de retos, tanto económicos como políticos. En primer lugar, es importante reconocer que una industria automatizada podría generar una gran cantidad de riqueza, ya que las máquinas no requieren descanso, no tienen gastos de salud ni de Seguridad Social, y pueden operar las 24 horas del día los 7 días de la semana durante todo el año. Este aumento en la productividad podría llevar a una mayor generación de riqueza para las empresas y, en teoría, para la economía en general. Sin embargo, el problema radica en cómo distribuir esa riqueza de manera equitativa. Si las máquinas realizan la mayor parte del trabajo, ¿cómo aseguramos que los beneficios se repartan de manera justa, especialmente cuando las personas que han perdido sus empleos por la automatización no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas? Aquí es donde entra en juego la discusión sobre la sostenibilidad del Estado del Bienestar. Los sistemas actuales, como las pensiones, el desempleo o la atención sanitaria, dependen de las contribuciones de los trabajadores a través de impuestos y cotizaciones sociales. Pero si los trabajos tradicionales desaparecen o se reducen significativamente debido a la automatización, la base de contribuyentes se vería afectada. ¿Cómo mantener un sistema sólido cuando las fuentes de financiación empiezan a disminuir? Este es uno de los retos más grandes que enfrentan los gobiernos en un futuro cercano y, curiosamente, no vemos que se hayan puesto «manos a la obra» (más allá de dimes y diretes ideológicos).
Una posible solución a este problema es encontrar nuevas fuentes de ingresos para financiar el Estado del Bienestar, por ello algunos expertos sugieren gravar a las empresas que se benefician de la automatización, imponiendo impuestos a la tecnología, a los robots o a las ganancias generadas por la inteligencia artificial. De este modo, las empresas que sustituyen trabajadores humanos por máquinas contribuirían de manera proporcional a la financiación de los servicios sociales. Este tipo de impuestos podrían ayudar a aliviar la carga sobre los ciudadanos y asegurar que los beneficios de la automatización se distribuyan entre todos, no solo entre los propietarios de las máquinas. Además, la idea de una renta básica universal no es tan sencilla como una simple transferencia de dinero. Para que funcione, sería necesario replantear la estructura económica y fiscal de los países. Una renta básica no puede depender solo de una mayor tributación a las grandes corporaciones, sino que también requeriría una reforma profunda en la manera en que entendemos el trabajo y el valor. Si los trabajos tradicionales se ven cada vez más reemplazados por robots, es posible que muchas personas necesiten formarse en nuevas habilidades para adaptarse a los cambios. A medida que la automatización sustituye los empleos menos cualificados, es esencial que el sistema educativo y de formación se adapten para ofrecer oportunidades a quienes pierdan sus trabajos.
Al mismo tiempo, otro factor clave sería la reducción de la jornada laboral. En lugar de enfocarnos solo en generar nuevos trabajos, la automatización podría permitirnos repensar el trabajo en términos de calidad, no solo de cantidad. Con la ayuda de las nuevas tecnologías, las personas podrían dedicar más tiempo a actividades creativas, culturales o de cuidado, lo que podría enriquecer la sociedad y la vida personal de cada individuo. La renta básica podría ser una forma de garantizar que las personas tengan la libertad de elegir cómo emplear su tiempo, sin tener que depender exclusivamente de un empleo tradicional.
Una renta básica no puede depender solo de una mayor tributación a las grandes corporaciones, sino que también requeriría una reforma profunda en la manera en que entendemos el trabajo y el valor
Sin embargo, existen otras voces en contra de la renta básica universal, que argumentan que no es una solución sostenible a largo plazo. Un argumento común es que, si bien ofrecer un ingreso básico podría aliviar la pobreza, no sería suficiente para generar una verdadera prosperidad. Además, la simple distribución de dinero no garantiza que las personas tengan acceso a servicios esenciales, como educación o atención sanitaria, que también dependen de un sistema bien financiado y estructurado. Tampoco resuelve el problema de la desigualdad económica, ya que los más pudientes seguirían siéndolo, mientras que las personas que se beneficiarían de la renta básica podrían no tener los medios para mejorar su calidad de vida de manera significativa. Por lo tanto, en lugar de centrarse exclusivamente en la renta básica, algunos proponen un enfoque más holístico que incluya una combinación de políticas, como impuestos más justos, un sistema educativo más flexible y accesible, y un enfoque renovado sobre el trabajo. Además, se podría invertir en sectores que no sean fácilmente automatizables, como la salud, la educación o el cuidado de personas, que seguirán siendo esenciales en cualquier economía. También es necesario reconsiderar la forma en que medimos el éxito económico, dando más importancia al bienestar social y ambiental en lugar de solo al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
En definitiva, la industria robotizada presenta grandes desafíos para la seguridad social y el bienestar de las personas. La automatización no solo cambiará la naturaleza del trabajo, sino que también pondrá a prueba la sostenibilidad de los sistemas de bienestar actuales. Si bien la renta básica universal podría ser una herramienta útil, no es la única respuesta. Será necesario un enfoque más integral que busque equilibrar la automatización con nuevas formas de trabajo, educación, impuestos y distribución de la riqueza para garantizar un futuro en el que todos puedan prosperar, independientemente de las transformaciones tecnológicas que se avecinan. Sin duda, en este siglo XXI tenemos un gran reto por delante.
*Para profundizar en estos temas, es recomendable revisar estudios y artículos de instituciones como el Foro Económico Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), o trabajos de economistas como Guy Standing, defensor de la renta básica universal, y artículos de expertos en automatización y su impacto socioeconómico