Personalidades difíciles: cuando toca trabajar con un compañero tóxico
Un jefe demasiado exigente al que nunca nada le parece lo bastante bueno; una compañera que vive por y para la queja constante… ¿cuál es el tuyo?
“¿Cuál es el motivo de tu renuncia?” Fue la pregunta formulada por la productora del programa tras comunicarle su marcha. Cristina comentó algunas de las situaciones que ya había incluido en los cinco emails que había reportado a la dirección. Citó las dificultades que estaba teniendo para realizar su trabajo ante las actitudes hostiles y el trato recibido por un compañero tóxico así como la ansiedad y el estrés que la situación le estaba generando. La productora lamentó no haber tenido antes constancia de la situación y haber llegado a ese punto. Cristina fingió agradecer sus palabras y buscó acabar con una conversación que poco podía reportarle dado que su renuncia era ya más que definitiva.
Cristina es un nombre ficticio pero la anterior situación no solo fue real sino que, adquiriendo diferentes formas, compone el día a día de quienes tienen que enfrentarse al reto de trabajar con compañeros con personalidades difíciles. “Al principio de mi carrera acepté un trabajo a las órdenes de alguien que tenía fama de ser difícil. La llamaré Elise. Mucha gente me decía que sería difícil estar con ella. Yo les creía pero pensaba que podría soportarlo. (…) Estuve en ese trabajo menos de dos meses antes de estar dispuesta a dejarlo”. Así arranca el libro Getting Along: How to work with Anyone donde Amy Gallo, experta en conflictos y comunicación en los entornos laborales, aborda lo complejo que puede llegar a ser trabajar con algunas personas.
Un jefe demasiado exigente al que nunca nada le parece lo suficientemente bueno; una compañera que vive por y para la queja constante; un compañero que se paraliza si tiene que tomar una decisión…son muchos los tipos de personalidades difíciles que pueden intoxicar la vida laboral. Según datos del Instituto de Seguridad y Salud en el Trabajo entre los factores adversos para el bienestar mental un 16,3% de los trabajadores menciona el trato difícil con clientes, pacientes o alumnos; un 7,7% la mala comunicación o cooperación dentro del grupo y un 6,8% la violencia, acoso o intimidación. Una realidad que provoca impactos individuales y organizaciones tales como estrés, disminución de la productividad, ansiedad, enfermedades, pérdida de reputación empresarial o una alta rotación de los empleados.
Un jefe demasiado exigente al que nunca nada le parece lo suficientemente bueno; una compañera que vive por y para la queja constante; un compañero que se paraliza si tiene que tomar una decisión…son muchos los tipos de personalidades difíciles que pueden intoxicar la vida laboral
5 ejemplos de personalidades difíciles y cómo abordarlas
Ante la certeza de que en algún punto del camino nos encontraremos con algún compañero complejo cabe preguntarse: ¿Cómo hacer más llevadera la convivencia laboral con estas personalidades difíciles?
El negativo
Es la persona que siempre tiene un “No” preparado. Da igual cuál sea el tema a tratar. Si se plantea un plan para mejorar las dinámicas de grupo será el primero en detectar los posibles fallos; si se está avanzando en una tarea complicada será el encargado de recordar que el progreso es insuficiente. Además de una alta dosis de paciencia, una opción es implicarles en la supervisión de los proyectos y pedirles recomendaciones concretas sobre aquello que se puede mejorar. Su negatividad seguirá presente pero será útil al grupo.
El amigo envenenado
Agradable, servicial y siempre disponible para echar una mano. Sin embargo, aunque no sea de forma intencionada, su ayuda acaba generando más de un problema. Si te ofrece su apoyo para finalizar un informe urgente puede que no solo no cumplas con el plazo previsto sino que acabes haciendo el doble de trabajo. Una posible alternativa pasa por aceptar su cooperación pero pedirle informes periódicos de su labor y revisar que aplica el feedback solicitado.
El inseguro o sumiso
La persona con este tipo de personalidad no suele defender sus derechos e intereses. Presenta una actitud demasiado amable para no molestar a ningún compañero; evita cualquier tipo de situación con alguna connotación conflictiva y suele adaptar su conducta a las necesidades de los demás. Todo ello deriva en una falta de autoestima para la persona implicada y en dificultades comunicativas en los equipos de trabajo.
El inseguro o sumiso presenta una actitud demasiado amable para no molestar a ningún compañero, evita cualquier tipo de situación con alguna connotación conflictiva y suele adaptar su conducta a las necesidades de los demás
“Llevo un rato hablando contigo pero no sé muy bien cuál es tu opinión. Me gustaría saberla porque puede ser importante para el grupo”. Una opción para mejorar la comunicación con el inseguro pasa por una interpelación asertiva en la que le mostremos su conducta e intentemos conseguir una mayor implicación.
El agresivo
Las personas agresivas no conciben la opción de empatar. Solo es posible una victoria que, por supuesto, debe caer de su lado y no dudan en llenar el entorno de trabajo de insinuaciones, ataques a terceros y comentarios despectivos. “Yo soy así” suele ser el argumento principal para justificar una actitud que nunca tiene en cuenta la forma de ser del resto de compañeros.
Hay que asumir que la convivencia con este perfil siempre será compleja ya que no suelen cambiar. No obstante, en situaciones de tensión es recomendable utilizar el conocido como aplazamiento asertivo y retrasar el diálogo a un momento de mayor calma. Además, hay que evitar confrontar los argumentos de la persona agresiva y poner el foco en todo momento en la exposición de nuestras ideas.
El que siempre lo sabe todo
Hay compañeros de trabajo que viven en una perpetua necesidad de ser halagados. En algunos ejemplos, se trata de personas que intentan camuflar su desconocimiento y aparentan saberlo todo para preservar su autoestima. También hay casos en los que el conocimiento es real y, en esta situación, una buena estrategia pasa por convertirlos en expertos en la materia. Así, el sabelotodo se sentirá importante y podrá compartir la información con todo el grupo.
Diagnóstico de personalidades dífíciles
“He intentado que el lector se dé cuenta de que él también puede ser un capullo, que todos tenemos el potencial de ser unos auténticos sabores si se dan las circunstancias adecuadas”, apunta Tessa West, psicóloga y autora del libro Jerks at Work. Pese a lo fácil que resulta señalar a los demás, la realidad es que todos podemos convertirnos en la “persona difícil” si se dan las circunstancias.
Antes de fijar una etiqueta es importante realizar un buen diagnóstico. Un primer paso es observar si hablamos de una actitud puntual que, por ejemplo, puede deberse a factores como una situación estresante o se trata de un patrón persistente en el tiempo y con diferentes compañeros. También es vital examinarse a uno mismo para evaluar si puede existir algún sesgo que esté distorsionando nuestra percepción de la realidad. Si ambas evaluaciones señalan inequívocamente que convives con una personalidad difícil siempre te quedará intentar preservar tu salud mental siguiendo el consejo de separar a las personas de los problemas.