Peritos calígrafos: rastreadores de letras
Estos profesionales de la grafología son vitales en investigaciones policiales, científicas y en peritajes judiciales para certificar la autenticidad de un documento
La escritura humana tiene muchos secretos. Uno de ellos es que ninguna escritura es idéntica a otra, al igual que nadie es exactamente igual a otra persona. Otro es que nuestra escritura nos retrata, constituye una de nuestras señas de identidad. Y el tercero: por mucho que lo intentemos, no vamos a poder falsear nuestra propia escritura o emular de escritura de otro… Al menos, no sin que te eche algún perito calígrafo.
Una profesión muy desconocida
La profesión de perito calígrafo es una gran desconocida para el gran público. Sólo se habla de nosotros cuando salta a los medios algún caso con gran repercusión, como actualmente está ocurriendo, por ejemplo, con los “papeles de Koldo”.
También nos puedes conocer cuando eres tú la víctima de un falsificador y acudes corriendo a Google para buscar: “Qué hago si me han falsificado la firma” o algún supuesto similar. Estos casos, aunque pueda parecer lo contrario, son más habituales de lo que parece.
De hecho, las falsificaciones de firmas en documentos bancarios, de compañías de seguros o telecomunicaciones, de consentimientos informados y asuntos similares están a la orden del día. En esas circunstancias se suele acudir a los peritos calígrafos para que determinen la autenticidad o no de esa firma. También intervenimos en la protocolización de documentos privados como los testamentos ológrafos. O, yendo a temas más peliculeros, ¿has recibido alguna vez un anónimo? Podemos ayudar a desenmascarar a su autor.
Tras la pista del autor de un manuscrito
En todos estos casos, la labor detectivesca del grafólogo consiste en descubrir a la mano autora de un determinado autógrafo. Algunas veces, sólo se trata de demostrar que un autógrafo no ha sido escrito por una persona. Otras, se puede atribuir la autoría a alguien y se descubre al falsificador. Y en otras ocasiones lo que hay que demostrar es que algo ha sido efectivamente escrito por una persona concreta.
Ahora bien, el perito no es adivino. No es capaz de determinar si un escrito es falso o auténtico sólo con mirarlo. Lo que suele hacer es compararlo. ¿Y con qué lo compara? Con manuscritos de la misma persona sobre los que no se cuestione la autoría.
A estos se los denomina “documentos indubitados”, en contraposición al “documento dubitado”, que es el que se está cuestionando. El problema es que no siempre es fácil conseguir indubitados adecuados para poder comparar. Hay veces en que el presunto autor de un autógrafo ya ha fallecido y no se conservan documentos coetáneos con los que poder trabajar. Tampoco podríamos, en este caso, formar cuerpo de escritura, claro.
El perito calígrafo no es un adivino que pueda determinar si un escrito es falso o auténtico sólo con mirarlo.
Otras veces resulta que el documento dubitado ha desaparecido y sólo tenemos una copia. O que hay remover Roma con Santiago para encontrar documentación manuscrita que sea adecuada para el cotejo.
Hacernos con material suficiente y adecuado para el cotejo es una de las labores de investigación que lleva a cabo el perito calígrafo. Cuando contamos con toda la documentación, procedemos a realizar el análisis exhaustivo de múltiples parámetros gráficos.
En una segunda fase, realizamos el cotejo comparativo entre dubitados e indubitados y lo plasmamos en nuestro informe pericial caligráfico.
Aunque pueda sonar un poco a broma, el trabajo del perito calígrafo es muy parecido al famoso pasatiempo de “Busca las 7 diferencias”, con el que muchos hemos entretenido largos viajes o tiempos muertos en las vacaciones.
Se trata justo de eso. Si debemos demostrar que una firma o un escrito son falsos, nos centramos en encontrar diferencias entre ambos. Y, si tenemos que evidenciar que un escrito es auténtico, nos enfocaremos en localizar semejanzas.
El trabajo del perito calígrafo es muy parecido al famoso pasatiempo de “Busca las 7 diferencias
Posiblemente, tu mente pensante, curiosa e inquieta, se estará preguntando en qué rasgos o signos gráficos nos fijamos más.
La respuesta es compleja porque son muchísimos parámetros los que hay que analizar, pero, por poner algún ejemplo, algunos signos definitivos de la autoría pueden ser:
Los gestos idiosincráticos (pequeños signos sutiles e inconscientes), la zona de apertura y cierre de los óvalos, la altura del punto de la “i” o de la barra de la “t”, las zonas de arranque y desenlace de la rúbrica y muchísimos más.
Con lupa en mano, microscopio y algún aparataje más, específico de nuestra profesión, nos embarcamos en una labor de investigación detectivesca que resulta apasionante. Sobre todo, cuando la sentencia del asunto en cuestión, vira a nuestro favor.