Javier Esteban: «Si tareas que considerábamos ‘creativas’ ya las puede hacer un algoritmo, a lo mejor es que no lo eran tanto»
El periodista de El Economista y creador de contenidos plasma en un libro su visión sobre lo que está por venir en el mercado laboral

En Algoritmos, renuncias y otros mitos del empleo. Seis claves para comprender el futuro del trabajo (2025, Plataforma Editorial). el periodista especializado en empleo Javier Esteban hace un análisis crítico del presente y futuro del mercado laboral sin incurrir en lugares comunes ni eludir esos incómodos elefantes en la habitación de los que apenas se habla en los medios de comunicación. Hemos charlado con él para saber cuáles son esos mitos que distorsionan la visión que tenemos del trabajo.
En tu libro hablas de un exceso de ‘hype’ en las cuestiones relacionadas con el empleo
Los cambios demográficos y sociales, la evolución tecnológica y las transformaciones del modelo productivo y económico tras la Gran Recesión hacen que no podamos entender el mundo del trabajo como antes, pero la mayoría no fue plenamente consciente de ello hasta la pandemia. Muchos trabajadores vivieron un shock que les hizo replantearse las cosas, pero también se produjo incertidumbre en las empresas, que afectó al sector tecnológico y la propia industria de recursos humanos. Todo aquello se sumó para disparar y distorsionar las expectativas sobre unas cuestiones que ya se planteaban de mucho antes, pero ahora se convirtieron en los mitos fundacionales de una supuesta revolución que se desconecta de la realidad del mercado laboral.
En tu opinión, ¿cuáles de esos ‘hypes’ son los más dañinos?
Hay mitos, como la cultura de la prejubilación, que venían de antes y solo han alterado su retórica para parecer más presentables en el contexto actual. Creo que éste es uno de los más dañinos, porque pone el foco en un supuesto choque generacional a partir de una supuesta brecha digital que en nuestro país se ha esgrimido para justificar miles de despidos en lugar de apostar por la recualificación y la formación continua de los profesionales a lo largo de toda su carrera. Una idea que incluso los sindicatos defienden aún cuando se habla de modernizar la economía española y que nos ha conducido a un callejón sin salida.
¿Uno de esos agentes que marcan esa agenda de los hypes son las multinacionales y sus aparatos de comunicación? Si uno se guía por lo que ve en los medios, se diría que las únicas que trabajan son ellas
Cuanto más grande y más dinero tiene una empresa, más potencial tiene para hacer marketing laboral, es decir, presentarse como marca empleadora a partir de las espléndidas y llamativas condiciones laborales que puede ofrecer. El sector tecnológico es un buen ejemplo de ello. Hace unos años nos presentaban las oficinas de Silicon Valley casi como un parque de atracciones y muchas start ups subieron a ese carro. Esa idea se ha desmoronado por la reciente oleada de despidos en las tecnológicas, las guerras por el teletrabajo y porque cada vez más profesionales se atreven a decir que el emperador está desnudo.
Cada vez más profesionales se atreven a decir que el emperador está desnudo
Tú afirmas que solo conocemos una pequeña parte del mercado laboral. ¿Están las pymes incluidas en esa dimensión desconocida del trabajo?
En este debate inflado por los medios nos hemos olvidado de las pymes de los sectores que más empleo crean. O solo las señalamos como culpables de todos los males del empleo. Pero el hecho es que si queremos mejorar las condiciones laborales y salariales en España tenemos que empezar por mejorar las condiciones financieras y económicas de esos empleadores, para hacerlos más sostenibles y competitivos y facilitar que crezcan. Y eso exige políticas ambiciosas y muy bien diseñadas, no cortadas por el patrón de las grandes multinacionales.
Se suponía que los nuevos modelos de negocio surgidos de Internet traerían un soplo de aire fresco al mercado laboral, pero ¿también han traído precariedad? ¿Por qué? ¿Cómo se sale de ahí?
Porque una solución tecnológica diseñada para conectar profesionales independientes con empresas y clientes que demandan sus servicios se ha pervertido para convertirse muchas veces en un esquema fraudulento que solo busca minimizar costes laborales. Y también sucede que esas herramientas se aplican de manera diferente en cada sector, que lo que para un periodista freelance puede ser una oportunidad para un repartidor de comida es una fuente de explotación. En España, y ahora en Europa, contamos con una legislación diseñada para evitar esos abusos y picaresca. En Estados Unidos se ha avanzado también en ese ámbito. Creo que estamos en la buena dirección, aunque el camino es por ahora muy incierto.
¿En España hay edadismo laboral?
Si hasta los 30 años un trabajador no tiene un sueldo que le permita emanciparse y llegar a fin de mes con estabilidad laboral, y a partir de los 45 o 50 años ya está en la cuerda floja nos estamos pegando un tiro en el pie, como mercado laboral y como economía y sociedad en su conjunto. Porque esas personas se lo van a pensar mucho antes de tomar sus decisiones de consumo, adquirir una vivienda, formar un hogar, etc.
A los jóvenes se les dice que los mayores les cierran la puerta y a éstos que se les echa para abrírsela a las nuevas generaciones
El edadismo es un sándwich cada vez más estrecho de precariedad. A los jóvenes se les dice que los mayores les cierran la puerta y a éstos que se les echa para abrir la puerta a las nuevas generaciones. Pero el mercado laboral no es un juego de suma cero, ni el empleo una variable finita que se reparte en un número fijo de personas. Se pueden crear nuevos puestos de trabajo, y, de hecho, tenemos que ser capaces de hacerlo. Pero para eso hay que contar con todo el talento disponible.
Otro de los capítulos se lo dedicas a los efectos laborales de la omnipresente tecnología. ¿Hay motivos para temer que las máquinas nos echen de nuestros trabajos? ¿Y de que quienes nos acaben echando sean las personas por negarnos a aprender a trabajar con las máquinas?
A mí esa frase que leo con frecuencia en LinkedIn, “no te quitará el trabajo la IA, sino una persona que sepa trabajar con ella” me parece una falacia de tomo y lomo. No estamos a finales del siglo XVIII ni acabamos de poner motores de vapor a los telares. La digitalización y automatización de las tareas no es algo nuevo, llevamos más de 30 años trabajando con ordenadores y suites ofimáticas y nadie se niega a trabajar con máquinas y programas cada vez más avanzados.
La IA no sustituye trabajadores humanos, pero permite que los puestos que ocupan produzcan más rápido y con menor necesidad de mano de obra
El problema para muchos trabajadores con la nueva generación de IA es que permite automatizar tareas que antes pensábamos que eran competencia ‘humana’, eso que se llaman trabajos ‘intelectuales’ o creativos. Pero si los puede realizar un algoritmo, a lo mejor no lo eran tanto. Y fíjate que digo ‘tareas’, no puestos de trabajo. Es un matiz importante, porque la IA no sustituye trabajadores humanos, pero permite que los puestos que ocupan produzcan más rápido y con menor necesidad de mano de obra, lo cual se traducirá en despidos y en rebajas sueldos.
¿Cuáles son los grandes males (o carencias) del mercado laboral español y dónde crees que habría que incidir en el futuro?
Hay que impulsar el tejido empresarial y fomentar un modelo productivo centrado en una innovación creadora de empleo estable y de calidad. Esto no significa sacrificar unos sectores en detrimento de otros, sino apoyarlos a todos para que se conviertan en pilares competitivos del crecimiento. Tenemos la mayor tasa de paro y una rotación estructural de los puestos de trabajo que apenas se ha visto mermada con la última reforma laboral. Seguramente, al próximo revés del ciclo económico volveremos a ser los que más empleo destruyen. Esto nos muestra que la legislación laboral tiene un alcance limitado si no se acompasa a grandes reformas en el ámbito económico con una visión de país a largo plazo. Es curioso porque es algo en lo que todo el mundo está de acuerdo, sin embargo, esa ambición reformista que todos los agentes económicos, sociales y políticos comparten queda bloqueada en un debate político y mediático completamente desconectado de la realidad y abonado al cortoplacismo.