Fernando Botella: «Los líderes que más éxito tienen son los silenciosos»
El su último libro, Esencial (Penguin, 2024), el divulgador y CEO de Think&Action Fernando Botella repasa las claves del esencialismo, una filosofía de liderazgo y gestión que busca eliminar lo innecesario para centrarse en lo realmente importante. Hemos hablado con su autor para tratar de averiguar si es posible simplificar el mundo del trabajo y de qué manera pueden usar los líderes ese minimalismo laboral para beneficiar a sus equipos.
Pregunta. ¿En el mundo de la empresa también es importante volver a lo esencial? ¿Cuánto tiempo y energías perdemos en cosas que nos alejan de lo verdaderamente importante?
Respuesta. Todo lo que no es esencial es prescindible, pero en muchas empresas lo trivial acaba reemplazando a lo vital, y eso es catastrófico porque por culpa de gastar tiempo y recursos en lo irrelevante se pierden lo imprescindible. El esencialismo se basa en simplificar, en optimizar y en en eliminar lo que sobra.Y esto tiene cada vez más sentido en unas organizaciones que buscan, por encima de todo, la eficiencia e incrementar la productividad de sus equipos. Un ejemplo: ¿Para qué necesitamos reuniones de 45 minutos y 20 asistentes cuando podríamos ser mucho más efectivos con interacciones de 5 minutos con unos pocos participantes clave en modo stand-up?
P. ¿El autoconocimiento y el autoliderazgo son habilidades necesarias en los entornos empresariales?
R. Son esenciales. ¿Cómo podrías atreverte a siquiera pensar en tratar de conocer a los miembros de tu equipo si no dedicas ni un minuto a tratar de conocerte a ti mismo? ¿Cómo esperas ayudar a tus colaboradores a lograr sus objetivos si ni siquiera tienes claro cuáles son los tuyos? El autoconocimiento te permite cuestionarte tu realidad, identificar tus debilidades y tus fortalezas, saber lo que te afecta o lo que no, lo que te gusta y lo que no. Te ayuda a centrar tu carrera, definir tu rol en la organización y entender cómo es tu relación con las personas que la integran.
En muchas empresas lo trivial acaba reemplazando a lo vital, y eso es catastrófico porque por culpa de gastar tiempo y recursos en lo irrelevante se pierden lo imprescindible
P. En tu libro también haces referencia a la contemplación… ¿Tiene encaje una cualidad tan aparentemente pasiva en los ritmos frenéticos del mundo del trabajo?
R. ¡Claro! Contemplar implica detenerse a observar y entender el entorno. ¿Cuánto tiempo dedicamos a escuchar y tratar de comprender lo que sucede en el mercado, a nuestros clientes o las dinámicas internas de nuestra propia empresa? La capacidad empática de entenderte con lo que te rodea, de saber parar y gestionar el silencio y la escucha, es fundamental para poder actuar mejor y más deprisa después.
P. En las empresas actuales se habla mucho de la visión. ¿Qué es para ti la visión?
R. Visión es la capacidad de traer el futuro al presente para comenzar a actuar sobre aquel desde éste. Significa entender las cosas que necesitas hacer y cambiar y para qué. La visión es la cualidad que me permite innovar, transformarme e ir unos pasos por delante de mi cliente. No muchos más, los suficientes para saber cuáles deben ser mis siguientes jugadas.
P. También hablas de la inteligencia del disfrute y la búsqueda del bienestar. ¿Es esa búsqueda compatible con el mundo del trabajo?
R. Actualmente, las empresas están invirtiendo muchos recursos en trabajar el bienestar del empleado, y aciertan. Porque en entornos inestables y de cambios permanentes y exponenciales, la “bienestabilidad” del equipo es una fortaleza para cualquier organización. Esa conquista del bienestar implica crear entornos en los que los colaboradores no solo trabajen, sino que también disfruten de su trabajo, que sientan que realmente están en el lugar en el que quieren estar.
En entornos inestables y de cambios permanentes y exponenciales, la “bienestabilidad” del equipo es una fortaleza para cualquier organización
P. Otra de tus tesis es que existe una galopante falta de atención. En un mundo gobernado por las prisas y la sobreinformación, ¿cómo podemos mejorar en ese aspecto?
R. La clave está en la concentración, en la capacidad de entrenar nuestra mente para estar en lo que estamos y adueñarnos de nuestro propio presente. Es difícil porque nos movemos en un ecosistema que no lo facilita, nuestra educación tampoco lo favorece. ¿Cómo lograrlo? La clave está en enfocarse en los retos y en eliminar las distracciones. Gestos como silenciar el móvil, no estar permanentemente pendientes de las redes sociales ni de la bandeja de correos entrantes o no tener siete carpetas abiertas simultáneamente en el escritorio ayudan. Se trata de aprender a concentrarse en aquellas tareas que son realmente significativas, hasta tal punto que el tiempo pase sin que nos des cuenta de ello. La consecuencia de incrementar los niveles de atención es que las personas están más satisfechas, son más productivas, su desempeño tiene más calidad y es más rentable. Y también que aportan más valor añadido y creatividad a su trabajo porque son capaces de descubrir cosas que no podrían ver sin ese nivel de concentración.
P. Afirmas que la ternura debería ser la relación predominante en cualquier relación. ¿También en las laborales?
R. No sé «ternura» es el mejor término para entornos laborales, aunque sí se podría aplicar. Yo uso palabras como “amor”, «respeto», «reconocimiento» o «admiración» en cada una de mis presentaciones con directivos. Esa ternura y ese amor tienen que ver con el concepto de pasión por lo que uno hace, con la mirada de acompañamiento a los colaboradores para ayudarles a que consigan sus objetivos, con el afecto que se les tiene aunque haya exigencia, con la empatía necesaria para entender lo que vive la otra persona y así tomar mejores decisiones que le afecten.
P. Das mucha importancia al silencio. Pero en la vida cotidiana lo que impera es el ruido, los impactos, la hiperactividad… ¿Qué pasaría si las empresas y las personas fuéramos más silenciosas?
R. Los líderes y los equipos que más éxitos tienen no son los más ruidosos, sino los que cultivan el silencio y la calma. El ruido genera conflictos innecesarios, provoca desencuentros e impide que confluyan intereses comunes. Necesitamos escuchar al cliente, a nuestros compañeros, al entorno. Y para escuchar antes tenemos que aprender a callarnos. En cualquier proceso organizativo sobran muchas opiniones y falta escucha. Las empresas ruidosas son menos productivas.