Desconexión digital: la triple responsabilidad
Problemas de salud, dificultades para conciliar, absentismo, descontento de la plantilla, rotación o caída de la productividad, entre las consecuencias negativas de no desconectar
La falta desconexión digital es uno de esos problemas modernos que, hasta hace unos años, ni siquiera existía. Y que cuando finalmente se acuñó el concepto (el de ‘desconexión digital’), no parecía representar un verdadero inconveniente. De hecho, durante mucho tiempo se criticó a los trabajadores por lo contrario: por esa actitud de «se me cae el boli» en cuanto llegaba la hora de salida. Esa puntualidad extrema al abandonar físicamente el trabajo ha sido –y sigue siendo en muchos entornos– percibida como una falta de compromiso y profesionalismo.
Eran otros tiempos, en los que el presentismo dominaba la cultura laboral y se medía la productividad en función de las horas trabajadas –o, más bien, de las pasadas en el puesto de trabajo– en lugar de los resultados obtenidos. Sin embargo, con la llegada de la digitalización y la pandemia, estos conceptos comenzaron a ser cuestionados y replanteados.
El teletrabajo y la determinación de empresas y trabajadores consiguieron obrar el milagro de que la productividad empresarial saliera adelante en aquellos difíciles tiempos del Covid-19. Pero no sin un alto coste. El miedo a perder el empleo en un periodo tan incierto, sumado a la falta de experiencia, tanto de empleador como de empleadores, en modelos flexibles y la ausencia de métricas claras de productividad, hizo que esa adaptación se lograra a costa de interminables horas frente al ordenador.
La puntualidad extrema a la hora de abandonar físicamente el trabajo ha sido –y sigue siendo en muchos entornos– percibida como una falta de compromiso y profesionalismo
En aquel momento, la ausencia de “un horario” como tal, el hecho de no compartir ubicación física con jefes, colaboradores y compañeros y la angustia por no saber lo que iba a suceder no ya con el propio empleo, sino con el mundo, hizo que para muchos las jornadas de trabajo se extendieran interminablemente y a cualquier momento del día. Paradójicamente, trabajar desde casa no solo no favorecía la conciliación, sino que la hacía prácticamente imposible, ya que los trabajadores caían en una espiral de disponibilidad y conexión permanentes, como si estuvieran operativos las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
Y es que la facilidad de tener los medios productivos en tu propio hogar y a golpe de login multiplicó la carga de trabajo que soportaron los trabajadores. Una carga, muchas veces autoimpuesta, que hizo estragos en la salud, tanto física, como mental de los profesionales.
Hoy sabemos que la desconexión digital es esencial para cuidar no solo el bienestar de las personas, sino también la propia productividad de la compañía. La sobrecarga mental que representa estar permanentemente conectados y pendientes de emails, actualizaciones o llamadas de jefes y clientes provocan cansancio, errores, problemas de concentración, mal humor, abatimiento, ira y un estrés acumulado que puede derivar en situaciones como episodios de ansiedad, burn out y depresión. Y también en el plano físico, la falta de formación sobre hábitos saludables en teletrabajo o de un equipo adecuado puede provocar problemas posturales y dolencias por esa acumulación de horas delante del ordenador.
Desconexión digital
Las consecuencias de estos problemas son muy negativas para todos los implicados: problemas de salud, imposibilidad de conciliar, absentismo, descontento de la plantilla, rotación y caída drástica de la productividad. Ante semejante panorama, la desconexión digital no solo es conveniente para evitar pasarse de frenada con el teletrabajo, sino que es imprescindible para el cuidado de la salud de esos trabajadores y asegurarse de que ofrecen su mejor versión. Pero garantizar esa desconexión digital no depende de un solo actor, sino que es una responsabilidad compartida. Así que más que debatir por ver quién le pone el cascabel al gato, es imprescindible que todos los implicados comprenden su importancia y cumplen con su parte.
1. Empresas
Los empleadores son los principales responsables de garantizar la desconexión digital de sus trabajadores. Lo pueden hacer de una forma pasiva, evitando llamar o escribir correos electrónicos o, sobre todo, WhatsApp a los colaboradores fuera de los días y horarios estipulados.
También pueden adoptar un papel activo, implementando sistemas de trabajo claros, medidos y en los que se distribuyan de manera razonable, consensuada y transparente los recursos y la carga de trabajo. En esa racionalización del trabajo resultan muy útiles las herramientas digitales de medición de productividad, gestión de proyectos y registro de jornada.
Las empresas pueden adoptar un papel activo en el descanso de sus trabajadores a través de sistemas de trabajo claros, medidos y en los que se distribuyan de manera razonable, consensuada y transparente recursos y carga de trabajo
Y, finalmente, lo pueden hacer de una manera todavía más proactiva, ‘empujando’ esa desconexión. Las aplicaciones de WorkMeter, por ejemplo, tienen la opción de parametrizar el sistema para que se desconecte automáticamente una vez rebasado un determinado número de horas.
2. Administraciones
Las administraciones también tienen en su mano impulsar la desconexión digital a través de una normativa que asegure, propicie y facilite que las empresas adopten ese tipo de medidas. Desde el consenso, con la flexibilidad que requiere cada sector, tratando de no interferir lo menos posible en los procesos productivos y velando, por encima de todo, por el bienestar de los trabajadores. El refuerzo de la desconexión digital es uno de los objetivos de las nuevas medidas propuestas por el Gobierno y que ha plasmado en el Anteproyecto de Ley para la reducción de la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo, el registro de jornada y el derecho a la desconexión, actualmente en proceso de tramitación parlamentaria.
3. Trabajadores
Finalmente, los propios trabajadores también tienen una parte de responsabilidad en asegurar su propio descanso. La tecnología tiene un componente adictivo que puede llevar a las personas a poner en riesgo su salud bajo el pretexto de un malentendido profesional. Y también deben ser capaces de poner límites a cualquier acto de presión excesiva por parte de sus empleadores. Una vez más, las herramientas tecnológicas y los sistemas de medición pueden acudir en su auxilio por el bien de su propia salud.